Mi abuela, María Palomar Moreno, de 93 años, muchas veces me dice «hija, ojalá yo hubiera nacido en tu época»
Esto me produce rabia por pensar en todos los que eran sus derechos y de los que no pudo disfrutar por el simple hecho de ser mujer.
Pero también me hace pensar en la gran suerte que tengo de, como dice ella, haber nacido en esta época.
Queda mucho por hacer, eso no podemos negarlo, pero desde el año 1925 que ella nació, hasta hoy, muchas mujeres se han movilizado, han hablado y han sido víctimas en su empeño por intentar conseguir los derechos que todo ser humano se merece.
Muchos derechos ya se han conseguido, y otros, esperemos, están en camino.
Hoy nos gustaría dar las gracias a todas esas mujeres, difíciles de nombrar porque son muchas, que hacen que podamos sentirnos orgullosas de haber nacido en esta época.
Por conseguir que tengamos lo que es nuestro. Educación, libertad de elección sobre nuestra vida y sobre nuestro propio cuerpo, voz y voto, o algo tan simple como poder ponerme unos pantalones.
Me enfado si pienso que tengo que dar las gracias por esto, porque sin duda alguna, me aborrece la idea de que estos y otros muchos derechos se hayan tenido que lograr y no hayan venido de serie al nacer, como se merece cualquier persona.
Pero no puedo negar la realidad, y por eso hoy queremos aprovechar para decir en voz alta que si todas las mujeres rebeldes, valientes y soñadoras no apostasen por conseguirlo, hoy a mi abuela no podría responderle:
«Si yaya, ojalá»
Pero esto no es suficiente, y por eso, no podemos mirar sólo lo que hemos avanzado.
Es cierto que seguimos avanzando, pero también es cierto que hay que avanzar mucho más.
Y esa conquista está en nuestras manos. No dejemos que sean otros los que decidan, unámonos y seamos otro ejemplo más de que las cosas se consiguen.
Soy mujer, pero me niego a ser víctima.
Quitemos etiquetas que solo paralizan.
No consideremos la posibilidad de ser menos por ser mujeres, porque todos y todas somos lo mismo.
Trabajemos, y digo trabajemos porque luchar es una guerra y las guerras no me gustan.
Trabajemos por la igualdad, por acabar con todo lo que nos quita cualquier derecho que nos pertenece, y demos voz a las mujeres que todavía hoy ni siquiera saben que los tienen.
Mujeres como Vicky, a la que su padre quiere cambiar por 3 vacas, mujeres como Fátima, que se ha casado obligada con un hombre al que ni siquiera conocía, mujeres como Pauline a la que un hombre violó contagíandole el SIDA y destrozándole la vida con 23 años. Mujeres como Grace que no pudo estudiar porque su familia consideró que una niña no podía ir al colegio.
No son titulares de periódico, son mujeres con las que nosotras convivimos, son mujeres a las que nadie les había contado que ser mujer no significa pedir permiso y perdón por haber nacido.
Si hemos empezado hablando de lo que ya se ha conseguido, es porque nos negamos a quedarnos con la parte mala. Porque la buena nos impulsa, nos hace grandes y nos motiva a seguir por el camino que otras mujeres empezaron.
Desde que creamos Idea Libre, hace 5 años, no hemos parado de escuchar cosas como «¿y no os da miedo ir a Kenia solas siendo mujeres?» «¿Os respetan siendo dos mujeres solas?» y no os vamos a mentir, muchas veces hemos sentido miedo, pero nos daría mucho más miedo no hacer nada por pensar:
«no podemos hacerlo, somos mujeres»
Ahora que aquí se nos escucha, ahora que está en nuestra mano ser el cambio que queremos ver en el mundo, SEÁMOSLO.
Nosotras y nosotros podemos conseguirlo.
Sandra Blázquez y María Fábregas