¿Te imaginas que entender este mensaje: %&/”·(¡HD% pudiera cambiar tu vida?
Si estás entendiendo estas líneas es porque sabes leer.
¿Cuántas cosas has leído hoy desde que te has levantado? Seguramente hayas mirado el móvil varias veces, hayas visto carteles en tu ciudad y hayas leído algún periódico o el letrero de alguna tienda.
Nos pasamos el día recogiendo información a través de las letras. Pero, ¿te imaginas que no fuese así? ¿te imaginas vivir rodeado o rodeada de códigos que otros entienden pero tú no?
Hoy, mientras lees este post, miles de personas viven sin ni si quiera saber firmar un contrato para trabajar. Las miles de oportunidades que pierden diariamente por no saber leer ni escribir hace que avanzar sea mucho más difícil.
Y eso les pasaba a muchas mamás de nuestros niños en Chumvi. Por eso decidimos crear un proyecto de alfabetización para ellas.
Cada tarde del martes, miércoles y jueves 27 mujeres y 3 hombres se reúnen en un aula de nuestra escuela Wazo Huru con las ganas de aprender, de superarse, de salir de esa rueda de desesperanza e ir a por algo más, algo que de verdad se merecen.
María y yo las observamos y no podemos evitar emocionarnos al ver a mujeres de 60 años con la misma ilusión de un niño cuando escuchan a Vicky, la profesora y se esfuerzan por hacer bien las sumas o por escribir sus primeras palabras.
Mujeres con los hijos cargados a las espaldas, mujeres que han caminado dos horas para ir a cortar leña para después vender y han vuelto a caminar dos horas de vuelta para llegar a tiempo a clase, mujeres que ayudan a su compañera, que está ciega, para que pueda ser una más y aprender como ellas, mujeres que esperan a que salgan sus hijos de clase para que les presten el lápiz.
Y es que cuando entras en esa clase, no importa la edad, ni las circunstancias, ni los miedos, ni ninguna excusa que nos queramos inventar. En esa clase hay esperanza, hay sueños, hay ganas de exprimir la única oportunidad que les ha dado la vida para después decir: yo también puedo.
Cuando llegaron a clase por primera vez, no sabían sumar dos más dos. En la última reunión que tuvimos con ellas, les preguntamos que qué era la felicidad, y entre muchas cosas maravillosas que dijeron, Vero, una de ellas, se puso de pie y afirmó: para mí la felicidad es ir a comprar y que ya no me estafen porque sé cuánto me tienen que devolver al pagar.